10 de junio de 2008

Un Jardín para el deleite de los sentidos

Por:
John Roberth Grajales Vagas
turrunguis@hotmail.com
Quienes acostumbran “puebliar” (salir a conocer pueblos, en recorridos de pocos días) siempre llegan con un relato del aspecto más positivo de su último destino, pero para quienes llegan de haber visitado a Jardín por primera vez, ese relato se hace extenso y es difícil ponderar cual de sus encantos merece mayor dedicación para ser descrito. Se escucha con frecuencia que este es el pueblo más bonito de Antioquia, pero esta frase es el intento por sintetizar a manera de eslogan los atributos que hacen de este un destino tan encantador.

Este es el “pueblito paisa” por excelencia, la arquitectura de sus casas y el colorido de los balcones engalanados con flores de la región son en sí mismos un atractivo al visitante. Está habitado por unas 17.000 personas que a punta de sencillez y calidez hacen sentir como propios a los visitantes que llegan al pueblo. Este lugar tiene personalidad propia y el lugareño se siente orgulloso de su origen y herencia, de allí se explica que el paso del tiempo no deteriore sus edificaciones, por el contrario estas las preservan de manera excepcional que hasta parecen maquilladas para una fotografía postal. Su gente, de hablar pausado y apacible, goza de una generosa amabilidad y brinda al turista un familiar cuidado y atención para su amaño. Son excelentes anfitriones y tanto viejos como chicos están al tanto de los sitios que obligatoriamente deben ser visitados por las personas que llegan a sus territorios.
Nuestra visita a Jardín fue de un solo día, insuficiente por demás, para poder disfrutar de todas las actividades ofrecidas. Este se encuentra a unas tres horas y media de Medellín, en carro, y se llega tomando la ruta del café a 138 kilómetros, haciendo de este el municipio más alejado de la región del suroeste. En mi caso, dos horas y media bastaron para llegar sin parar, a través de la serpenteante carretera, que hace que el viaje en moto sea ideal no tanto así para los que viajan en vehículos. La vía está completamente pavimentada y el buen mantenimiento la conserva libre de huecos, sin embargo el invierno ha hecho de las suyas y en algunas partes los derrumbes han reducido la calzada a paso en un solo carril.
Lo primero que nos impresionó es el meticuloso trazado de calles y carreras que está debidamente cuidadas y su pavimento en excelentes condiciones, sumándole a eso, su impecable apariencia. En el casco urbano se conservan en inmejorables condiciones las casas antiguas y establecimientos que testimonian de manera silenciosa las características de la arquitectura poscolonial antioqueña de los siglos XIX y XX. Los negocios comerciales hacen lo suyo para encantar al invitado, desde fondas y cafés tradicionales hasta pequeños restaurantes que con coloridos manteles y elementos decorativos naturales acogen y reciben la clientela en el más familiar de los ambientes.
En la plaza nos indicaron que no podíamos dejar la moto allí, pero en una calle vecina dos pequeños de seis y siete años se ofrecieron a cuidarla. No sería necesario, porque además de la belleza, el pueblo goza de fama de ser seguro. Este par de chicos no cuidaron nuestro medio de transporte, prefirieron hacerse guías en nuestro recorrido. Los dos Sebastián, conocían mucho de los atractivos de su pueblo y de una manera casi recitada iban sugiriendo ir a uno u otro lugar.
La plaza principal lleva el nombre de Parque El Libertador y a diferencia de muchos en Colombia, no tiene a Bolívar eternizado en una estatua. Los monumentos del parque son dos, el de La Madre y el Obelisco a los Fundadores, ubicados a los costados de la margen sur. La plaza empedrada fue declarada Monumento Nacional en 1985 y su belleza radica en su perfecto trazado y su suelo construido con rocas del rio Tapartó. Los establecimientos comerciales que lo circundan, han puesto también en ella sus coloridas mesas y sillas al aire libre, para ser utilizadas por los visitantes y para embellecer a partir de los dibujos de estampas de escenas tradicionales inmortalizados en los espaldares de cuero de algunas sillas.
La Iglesia de la Inmaculada Concepción es otro orgullo local pues también goza con la declaración de Monumento Nacional desde 1980. Su construcción demandó 14años y en ella se emplearon piedras talladas, sangre de toro y barro como los principales elementos constructivos.
Nuestros precoces guías nos llevaron a la truchera más cercana al pueblo en la vereda la Salada donde funciona, además de los estanques donde se cultiva el pez, la molienda, lugar donde los fines de semana se puede observar todo el proceso que se hace con la caña de azúcar hasta la obtención de panela. El olor en el momento de la producción no puede ser más agradable, mientras se cuecen las mieles y el guarapo extraído de de la caña por medio de un molino artesanal propulsado por agua, los trabajadores del trapiche van indicando pacientemente los detalles del proceso, y la destinación de los productos allí obtenidos. Nos dimos a la tarea de recorrer el lugar y preguntar por los más mínimos detalles del proceso y de probar a dedo la panela antes del paso de moldeado, al final, lo único que hizo falta fue un diploma de paneleros certificados.

Allí también funciona un restaurante en el que sirven trucha fresca ya sea recién pescada por uno mismo u otras que tienen en inventario para quienes quieren evitarse el paso anterior. Hizo mucha falta una carta que nos permitiera observar con detenimiento la oferta gastronómica del lugar y sobre todo para evitarse uno la necesidad de preguntar los precios para poder hacer estimados sobre el dinero que uno lleva. La comida no es costosa y las truchas cuestan en diferentes presentaciones entre 9.000 y 15.000 pesos. Dese luego que hay más productos pero a falta de un menú, uno termina ordenando por consejo de las meseras. Al final de nuestro almuerzo vimos pasar algunos platos de comida típica antioqueña y unos plátanos calados que se veían muy llamativos, pero no quisimos ordenar más para dejar espacio para la tienda de los dulces.
Después del almuerzo salimos en busca de un buen café y este no es difícil de hallar en un pueblo de tradición cafetera. Muchos de sus establecimientos comerciales alrededor del parque elaboran el tinto con café de la región, que es recogido, secado y trillado por la Cooperativa de Cafeteros de los Andes para luego ser empacado en bolsas herméticas y vendido como café Citará, nombre que hereda de los farallones que custodian el municipio.
Elegimos sentarnos en el Café de los Andes un negocio que fusiona lo mejor del producto tradicional con una moderna decoración y una máquina italiana para la elaboración de diversas variedades de café. Tinto, expreso, capuchino, mocachino, cafés helados o bebidas colas de café se encuentran a disposición. La frescura del tinto es inmejorable, con mucho cuerpo, con mucho aroma, con un delicado amargo que hace que uno haga tiempo para ordenar otra taza. Nos cuenta la empleada que este negocio tiene tiendas en Andes y Ciudad Bolivar, también pueblos ubicados en esta región cafetera y que exportaron su propuesta a Medellín donde abrieron tiendas dos lugares turísticos de la ciudad: Centro Comercial Oviedo y Plaza Mayor.
Dulces del Jardín se llama el negocio que la familia Cruz Arango emprendió hace 14 años y que hoy los sitúa como un lugar de obligatoria para quienes visitan el municipio. Doña Mariela recogió varias recetas de dulces tradicionales de la región y fue desarrollando otras a petición de sus clientes. Hoy en día su portafolio ofrece más de 80 variedades de dulces, bocadillos, mermeladas y antojitos de cuanta fruta y producto existe. Desde el tradicional bocadillo de guayaba, la gelatina de pata y la mermelada de mora, hasta yogur casero, bocadillo de uchuva y mermelada de rosas se pueden degustar en su negocio haciendo de su forma de mercadeo un exitoso modelo promocional que hace que quien entre a su local, se vea en la necesidad de llevarse algo. Sin hambre y sin reparo, le ofrecen a uno prueba de lo que usted señale o pregunte, hasta los pequeños guías recibieron de su propietaria una porción de arroz con leche para cada uno, a manera de fidelizar a sus principales promotores. El paladar y el olfato se degustan en el interior de la tienda y como niño pequeño uno termina apenado sin querer recibir más ante la abundante oferta de productos por probar, uno termina apuntando a lo más exótico y extraño para terminar comprando un par de productos, o los que permita el presupuesto. Su idea de negocio le ha merecido a dona Mariela Arango varios reconocimientos en concursos de emprendimiento y de ideas productivas organizados por la Administración Departamental y por entidades promotoras de actividades productivas.
Nuestro recorrido por el pueblo incluyo la visita al Cable Vuelo, un moderno teleférico que acerca la vereda La Salada o el cerro de Cristo Rey. Por $5.000 se hace el recorrido de cuatro minutos sobre un cañón de unos 400 metros de profundidad. Desde la cima del cerro se ofrece una inmejorable vista panorámica total la parte urbana de Jardín donde se avistan el Hotel Hacienda Balandú de Comfenalco en su extremo sur y el cementerio, su edificación más al norte.
El tiempo pasa deprisa y más aun cuando se está pasando bien, Jardín no es un destino para visitar en un solo día, las casas han adecuado habitaciones para alojar a los visitantes, y dependiendo de la época del año, se pueden encontrar desde 15.000 pesos la noche hasta ofertas en hoteles con toda la alimentación incluida por unos 80.000 pesos. Además de un poco de plata se necesita tiempo para abarcar toda la oferta turística del municipio, que con un esfuerzo gratamente recompensado se ha constituido en uno de los destinos turísticos de mayor crecimiento en los últimos lustros. El don del servicio hace parte de la idiosincrasia de sus pobladores y la atención al visitante hace que uno quiera regresar pronto.
En nuestro viaje faltó visitar otras trucheras que ofrece el municipio, además de las salidas a la Cascada Salto del Ángel, a 15 Km en la vereda La Salada; La Cueva el Esplendor, en la vereda La Linda, a 10 km; Patrimonio Cultural Étnico Resguardo Indígena de Cristianía, a 12 km donde habitan unas 1500 del grupo étnico Emberá Chamí; Parapente desde el Alto de Las Águilas, a 5 minutos en carro y unos 15 más caminando, desde allí se realizan vuelos comerciales en parapente en un vuelo de 8 minutos para hacer un giro por encima del parque principal y aterrizar muy cerca del casco urbano; Puente Pizano, puente que ahora funciona solo como peatonal y marca la ruta por donde llegaron los fundadores; La Garrucha en la vereda Serranías al costado opuesto del Cable Vuelo; Mirador Alto de las Flores, principal mirador del pueblo a 5 km de su parque; Charco Corazón a unos 21 km, en el lugar donde se encuentran las quebradas La Herrera y La Bonita, allí se forma un balneario natural.
Relata la historia que el primer poblador blanco en asentarse en las tierras más lejanas por el suroeste del departamento de Antioquia fue Indalecio Peláez, hasta antes habitadas exclusivamente por una familia de Caramantas, tribu perteneciente a la familia Caribe Chocó, y los Docatóes, tribu de indígenas Chamíes del grupo de los Emberá Chocó. Con la compañía de su esposa Clara Echeverri y una cuadrilla de hacheros, se establecieron en el valle levantaron la primera casa y algunos ranchos más para posteriormente construir una hacienda a la que llamaron El Jardín, a causa de la colorida vegetación y las innumerables flores que crecían de manera silvestre. Todo esto ocurrió en 1860, pronto se conoció de la riqueza de las tierras y la noticia se difundió, atrayendo gente de todo el Departamento, principalmente del oriente (Marinilla). En 1863 se funda oficialmente y en 1882 se erige como municipio, simplificando su nombre a Jardín, “el pueblo más bonito de Antioquia”.
Datos de interés:
Superficie: 224 km²
Altitud: 1750 msnm
Piso térmico: Templado
Temperatura promedio: 17°C
Distancia de Medellín: 138 km al Suroeste
Fundación: 1863
Erigido municipio 1882
Gentilicio: Jardineños
Festividades: Fiestas de la Rosa celebrada el primer puente de enero cada dos años.
Actividades económicas: Agricultura: Café, Plátano, Caña y Fríjol
Ganadería: Ganado Vacuno
Turismo
Piscicultura: Explotación Intensiva y Tradicional de Trucha
Artesanías: son tradicionales las fabricadas por las monjas. Productos de cabuya como bolsos y sombreros, y pueden encontrarse piezas de barro y cerámica.

1 comentario:

Fila dijo...

Interesante artículo, acabo de descubrir vuestro blog :)