10 de junio de 2008

Deguste el ”camarón antioqueño”

Por: Juan Esteban Maya Toro

Explorar una nueva gastronomía en un destino turístico que nunca hemos llegado a ir, es quizá un poco riesgoso, sin embargo un proverbio francés nos invita a que “el descubrimiento de un nuevo plato hace más en beneficio del género humano que el descubrimiento de una estrella”. Pero generalmente dejamos los placeres de la mesa para ocasiones especiales, momentos únicos en los que por primera vez probamos combinaciones de sabor que no pensáramos que fueran posibles.

La cultural paisa se caracteriza por poseer una amplia variedad de platos típicos de su regiones, muchos de ellos son heredados por las familias, especialmente de las abuelas. Sopas, postres, dulces, carnes y son un fin de delicias que a los antioqueños nos han dado a reconocer en el ámbito gastronómico y de ahí nuestra fama por la conocida bandeja paisa.

Pero lejos de este plato antioqueño quedan otras rarezas culinarias características de nuestra idiosincrasia, este es el famoso “camarón antioqueño” o mejor dicho la chunchurria, una comida que según los expertos como Wilfrido Santos Narváez, quien desde hace 25 años ha estado a la venta callejera de este plato, es comida exótica, que levanta lo ánimos, sirve para acompañar una noche de licor e incluso le son atribuidos poderes "levanta muertos" para los borrachos.

La chunchurria es, para los no iniciados, un manjar delicado que exige una preparación esmerada como muchos otros latos de alta calidad. Conocida también como chunchullo en algunas regiones del país, la chunchurria es la parte del intestino delgado de la res, del cerdo o del cordero, que se come asada o frita.

Después de hervir el intestino, se procede a la tarea de sazonarlo con un guiso especial basado en tomate y otros aliños que varía en matices según nuestro cocinero, que tiene su puesto de comidas en el barrio Buenos Aires, en un sitio denominado “El Palacio del Colesterol” situado junto a la Iglesia del Sagrado Corazón en Medellín, y hoy por hoy está posicionado como un referente del sector que es frecuentado por todo tipo de personas. Dicen los vendedores que hasta "gringos" se han visto por el lugar, ansiosos por probar la comida callejera.

Pero eso sí, hay que cerciorares de que estos sitios de comida cumplan con las condiciones de aseo, por ello muchos de sus vendedores aseguran que son fieles a las normas de higiene que determina la sanidad. “Es necesario lavar bien la chunchurria, que no esté muy grasosa, aliñarla, ablandarla y asarla a la plancha” dice nuestro "chunchurrólogo" profesional, Wilfrido Santos.
Dedicado al “trabajo de campo con la cocina callejera contemporánea” Wilfrido en una autoridad en el campo de los alimentos procesados artesanalmente para el consumo masivo en Buenos Aires.
Él sabe que cualquier cuerpo sápido es necesariamente oloroso, que le sitúa tanto en el ámbito del olfato como el del gusto. Sabe que nada se come sin olerlo con más o menos reflexión, y cuando se trata de alimentos desconocidos, la nariz hace siempre de centinela avanzado que grita “¿quién vive?”.

Aunque este popular intestino es el más apetecido, también vende perros, hamburguesas, chuzos y arepas de chócolo, que también hacen parte de el resto de comidas callejeras de nuestra ciudad.

Por lo que cuentan el hambre despierta entre las 8 y las 11 de la noche, que es cuando los clientes se arremolinan en torno a los carros humeantes, atraídos por el olor a carne o por las arepas de chócolo que se ven apiladas unas sobre otras a la manera de una montaña fofa.

Aunque en esta calle de fritanga la chunchurria es reina, el menú gastronómico lo completan en menor medida la pizza, los panzerottis, la longaniza y la butifarra. Mejor dicho, hay opciones para todos los paladares.

"Cuando yo comencé estaba solito aquí. Todos los que están aquí fueron ‘camelladores’ míos, todos me pusieron competencia y todos vendemos. Todos somos iguales" responde Wilfredo, que no admite rivalidades en el sector.

Wilfredo, que comenzó vendiéndola en Bogotá, reconoce que todo inicialmente es difícil, pero por fortuna este ‘camarón antioqueño’, como él mismo lo llama, ha gustado bastante. "Al principio yo pensaba que esto no iba a pegar aquí en Medellín. Cuando yo comencé, tiraba la chunchurria y todo el mundo decía ‘¡Ah, eso que asco!’ Entonces yo dije: eso aquí no va a pegar".

Contrario a esta predicción, lo que para unos es manjar y para otros se antoja nauseabundo, se ha posicionado en el sector. Nadie puede evadir su olor y casi ninguno de los que se acerca a comer se va sin conocer el indescriptible sabor de la chunchurria, que se puede adquir por la módica suma de 1.500 peso en adelante en estos lugares de comida ambulate.

Para Wilfrido lo que viene por dentro es lo que más le gusta la gente y cuenta que el Palacio del Colesterol es visitado por personas de diferentes rincones de la ciudad y otras más que vienen desde Envigado, La Estrella, Rionegro, municipios de Medellín, porque tienen en este barrio un buen destino para ir a comer.

1 comentario:

Cristian dijo...

Para todos los que les guste recorrer distintos países, Colombia es ideal. Tuve la posibilidad de ir por razones laborales a los domicilios medellin y me ha tocado conocer distintos escenarios únicos